Esta nota de The Texas Tribune fue producida con el apoyo del Centro Pulitzer.
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NUEVO PROGRESO, México — María puso la prueba de embarazo boca abajo en el mostrador del baño de su novio en McAllen y puso el cronómetro en marcha. Fueron los tres minutos más largos de su vida.
Mientras esperaba, repasó en su mente la lista de todas las razones por las que no debía preocuparse: la pareja usó un condón; ella se tomó una pastilla anticonceptiva de emergencia después; quizás el retraso de su período era una anomalía sin nada de extraordinario.
“Estaba rezando, por favor, que no sea verdad,” dijo. “No tenía ni idea de cómo manejaría la situación. Pero ¿qué podía hacer más que voltear la prueba?”
El resultado de la prueba fue positivo.
María, quien era una estudiante de preparatoria de 17 años en ese entonces, habló con The Texas Tribune bajo condición de anonimato. Se le identifica en este artículo con un seudónimo porque teme las consecuencias que podría afrontar con su familia por compartir su experiencia.
María viene de una familia de varias generaciones de madres adolescentes. Sus padres nunca hablaron mucho con ella sobre las relaciones sexuales, pero le dejaron en claro que tenían otras expectativas para su futuro. Querían que fuera a la universidad fuera de la región y cumpliera su sueño de estudiar derecho.
Lo decidió: No podía tener al bebé.
Era octubre de 2020, un año antes de que Texas implementara la ley de aborto más restrictiva en el país, y 18 meses antes de que el medio digital Politico obtuviera una copia de un borrador filtrado de la Corte Suprema de Estados Unidos que revela sus planes para anular Roe vs. Wade, el fallo legal que estableció las protecciones constitucionales para el aborto.
Pero incluso antes de estos acontecimientos, María contaba con pocas opciones para abortar legalmente. El Valle del Río Grande en el sur de Texas cuenta con una sola clínica de aborto, y María tenía que obtener el consentimiento de sus padres o una autorización judicial concedida por un juez. No sin mencionar que juntar el dinero para pagar por un aborto le parecía casi imposible.
Sin embargo, el hecho de vivir en la frontera con México le presentaba otra alternativa.
Medicamentos baratos, algunos regulados y otros no, se pueden comprar fácilmente en las farmacias de México. Estas farmacias están a una corta distancia a pie, al otro lado de la frontera. Los habitantes del Valle del Río Grande y otras partes del estado cruzan a México a menudo para obtener servicios de cuidado dental o comprar todo tipo de medicamentos, incluyendo vitaminas y sedantes.
También pueden comprar misoprostol, un medicamento oral que se usa para prevenir las úlceras estomacales — o para interrumpir un embarazo.
Texas regula los medicamentos que inducen el aborto, como el misoprostol, de manera más estricta que las regulaciones federales. Este medicamento sólo puede ser recetado por un doctor en persona durante las primeras siete semanas de embarazo.
Pero la situación es distinta al sur de la frontera.
Con la protección constitucional para el aborto en peligro en Estados Unidos, los defensores de los derechos reproductivos proyectan ver a más texanos viajar a México para comprar medicamentos que inducen el aborto y que no pueden conseguir de manera legal en sus lugares de residencia.
Pero a pesar de que es fácil obtener estos medicamentos en México, el estigma del aborto sigue siendo fuerte en las comunidades católicas en ambos lados de la frontera y muchas personas abortan en secreto. Esto representa un riesgo para los pacientes que quizás necesiten buscar cuidado médico después de un aborto autónomo.
María supo por primera vez de los abortos autónomos en internet. Sabía que podía conseguir las pastillas que buscaba en una farmacia cruzando la frontera. Eso sería más fácil que obtener un aborto legal en Texas.
“Definitivamente me preocupaba la legalidad”, dijo María. “Pero también sabía que probablemente iba a salir bien y que lo tenía que hacer”.
Al otro lado de la frontera
Jesucristo, el Papa Juan Pablo II y la Virgen de Guadalupe miran desde las alturas a los clientes de la farmacia Uncle Sam en Nuevo Progreso, una localidad fronteriza que se encuentra en las márgenes del Río Grande (conocido como el Río Bravo en México) a unas 25 millas (o aproximadamente 40 kilómetros) de la ciudad de McAllen.
Los retratos de las figuras católicas están colgados arriba de los estantes que contienen los medicamentos de la farmacia. Son un recordatorio de la importancia de la religión en la región. Pero Víctor Olvera, el gerente de la farmacia, sabe que no importa cuáles sean las creencias religiosas de muchos de los habitantes de la región fronteriza — siempre habrá clientes que busquen interrumpir sus embarazos.
Olvera proyecta que si se limita el acceso al aborto en Estados Unidos, más texanos visitarán su farmacia.
“La ley va a cambiar y va a venir más gente”, dijo Olvera.
Olvera no planea abastecer la farmacia de más misoprostol por el momento. Dijo que va a esperar. Después de todo, el medicamento es barato. Algunas farmacias en Nuevo Progreso venden la versión genérica del fármaco por 20 dólares. La versión comercial del fármaco de marcas como Pfizer tiende a costar más de 140 dólares. Los empleados de siete farmacias distintas dijeron esta semana que nunca han recibido quejas sobre complicaciones causadas por el medicamento.
Misoprostol tiene una efectividad del 80 al 95 por ciento en la interrupción de un embarazo. En Estados Unidos, el medicamento está aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos para ser usado junto al medicamento mifepristona para interrumpir los embarazos de hasta 10 semanas.
Las entidades regulatorias de Estados Unidos han aprobado el régimen de estos medicamentos únicamente cuando se usan juntos. Por su parte, el Colegio de Obstetras y Ginecólogos de Estados Unidos y la Organización Mundial de la Salud respaldan el uso de misoprostol por sí solo si los pacientes no pueden obtener la mifepristona. Los estudios indican que el misoprostol es en general seguro y efectivo para interrumpir los embarazos en sus etapas tempranas.
Pero esto no significa que todas las farmacias en México quieren tener este medicamento en sus estantes.
“No quiero vender esto”, dijo Miguel Hernández, un farmacéutico en la farmacia Rivera que subrayó que varios clientes vienen a su farmacia cada semana en busca de estas pastillas. “Pero si un cliente pregunta si tenemos el medicamento, se lo tenemos que vender”.
Antes de que Texas prohibiera el año pasado los abortos después de seis semanas de embarazo, la gente ya iba a las farmacias mexicanas para interrumpir sus embarazos de forma discreta.
María y su novio convencieron a un familiar para que les comprara el medicamento en una farmacia mexicana. Unos días después, María tenía el medicamento en sus manos.
María se tomó el medicamento, siguiendo instrucciones que encontró en internet. Se lo tomó sola en el baño. Sintió calambres espantosos, dijo, y lo que parecía ser una menstruación intensa por varios días. La información que encontró en internet le indicaba lo que tenía que hacer en caso de que necesitara cuidado médico. Pero pudo atender los efectos secundarios por sí misma en su casa.
“De inmediato sentí alivio”, dijo. “Ser mamá no era algo para lo que estaba preparada y no era algo que estaba dispuesta a hacer. No era una opción para mí”.
La religión en la región
El miércoles por la mañana, Valerio García, un mecánico de 69 años, estaba parado frente a Whole Woman’s Health, la única clínica de aborto de McAllen. Tenía puesto unos pantalones negros, una camisa color beige de botones, un rosario colgado al cuello y un sombrero vaquero con un broche de la Virgen de Guadalupe.
La clínica, que está en el centro de la ciudad, es un edificio de un piso con cámaras de seguridad puestas en la entrada. Es la única clínica de aborto ubicada en el lado estadounidense de la frontera entre Texas y México que se extiende a lo largo de unas 1,200 millas (unos 1,931 kilómetros).
Durante los últimos siete años, García dijo que ha sido parte de un grupo de hombres religiosos que se presentan todos los domingos por las mañanas cerca de la entrada de la clínica. Rezan por las mujeres que buscan abortar. Dijo que su grupo le pide a Dios que intervenga para que ayude a cambiar de parecer a las mujeres que buscan un aborto.
“Yo creo que hay personas que van por este proceso porque lo ven como normal o porque no tienen la educación”, dijo. “Pero lo que no entienden es que hay repercusiones, física y mentalmente”.
Si la Corte Suprema de Estados Unidos decide anular la protección constitucional para los derechos al aborto, García dijo que recibiría con gusto esa decisión.
García, quien es católico, dijo que se opone al aborto porque su primer nieto estuvo en riesgo de ser abortado. Si su hija hubiese abortado, García se hubiera perdido del amor de su nieto, dijo.
Contó que su hija tenía tres meses de embarazo cuando su doctor le dijo que los órganos del bebé no se estaban desarrollando bien. El médico presentó el aborto como una opción. García dijo que su hija le pidió un consejo. Él rezó por ella y su hija decidió seguir con el embarazo.
Hoy, el niño tiene 13 años y está saludable, dijo García.
“Para mí, lo que dice esta historia es que los bebés tienen vida en el vientre de la madre”, dijo sosteniendo su teléfono para mostrar una foto de su nieto sentado frente a un piano.
La población en el condado de Hidalgo, donde se encuentra McAllen, es mayormente hispana. Y la mayoría de los habitantes se identifican como católicos. La Iglesia Católica enseña a sus seguidores que la vida comienza en el momento de la concepción y se opone al aborto.
Pero al sur de la frontera y a lo largo de Latinoamérica, una región conocida por su fe católica, los movimientos feministas han ayudado a lograr cambios monumentales en los derechos reproductivos. En años recientes, tres de los cuatro países más poblados en la región han dado un giro en cuanto al tema: Argentina legalizó el aborto en 2020, México despenalizó el aborto en 2021 y Colombia hizo lo mismo en febrero.
Nancy Cárdenas Peña, la directora en Texas de política y defensa del Instituto Nacional de Latinas por la Justicia Reproductiva, dijo que a pesar de la influencia religiosa, los activistas que abogan por los derechos reproductivos han hecho grandes avances en ayudar a los habitantes del Valle del Río Grande a entender que el derecho al aborto es un tema de la salud de la mujer y no un tema religioso o moral.
Puso el ejemplo de Edinburg, una ciudad que se encuentra al norte de McAllen donde un grupo de activistas logró en julio que el ayuntamiento no adoptara una ordenanza que hubiera penalizado a cualquier persona que abortara o que ayudara a alguien más a obtener un aborto.
“Creo que al final del día, el sencillo mensaje final … es que todos amamos a alguien que ha tenido un aborto”, dijo Cárdenas Peña. “Eso es muy cierto y muy sencillo”.
Los activistas por los derechos reproductivos en el Valle del Río Grande tienen sus propios valores religiosos, agregó, pero también creen en la autonomía corporal.
Barreras de acceso
Los cuidados reproductivos han tenido sus límites durante mucho tiempo en el Valle del Río Grande. Aunque algunos texanos tienen la opción de salir del estado para abortar legalmente, esta no es una posibilidad para los muchos inmigrantes indocumentados en la región, dijo Cárdenas Peña.
Hay casetas de control de inmigración a las afueras del Valle, y es común que los agentes de inmigración pidan ver los documentos de las personas que están en el aeropuerto.
“¿Va la gente a sus citas para el aborto? ¿O se arriesgan a enfrentarse a un proceso de deportación?” dijo Cárdenas Peña.
Y mientras que algunos residentes del Valle pueden viajar a México para obtener misoprostol, los inmigrantes indocumentados no podrían regresar a Estados Unidos de forma legal si cruzan la frontera hacia el sur en busca de la pastilla.
Noemi Pratt, con el grupo South Texans for Reproductive Justice (o Texanos del Sur a Favor de la Justicia Reproductiva en español), dijo que el reciente caso de una mujer de 26 años acusada de asesinato por haber abortado en el condado de Starr tuvo un efecto escalofriante en el Valle.
Últimadamente se le retiró el cargo a la mujer, pero con nuevas limitaciones para el aborto asomándose por el horizonte, “la gente puede hacerse de la idea equivocada acerca de lo que pueden y no pueden hacer”, dijo Pratt.
“Hemos recibido muchas llamadas de gente preguntando si deberían ir a sus citas para aborto”, dijo Pratt.
María, la mujer del sur de Texas que interrumpió su embarazo hace un año y medio, dijo que no se arrepiente de lo que hizo. Después del aborto, fue admitida en una universidad fuera del estado. Su novio y ella terminaron su relación, pero quedaron en buenos términos.
Nunca le ha dicho a sus padres o a ninguno de sus amigos que tuvo un aborto. Cree que nunca les dirá.
Y ahora que un borrador filtrado de la Corte Suprema deja en claro que el acceso al aborto muy posiblemente se eliminará en Texas y en gran parte de la nación, María se siente afortunada de haber estado cerca de la frontera cuando lo necesitaba.
“Hay tanta gente en el mismo estado que vive a cinco horas de distancia de México… y va a ser aun más difícil” acceder al aborto y al cuidado de salud, dijo. “Es probable que vayan a enfrentar consecuencias más perjudiciales”.
Suan Pineda tradujo esta nota.
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